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Vino, salud y verdad científica

23/01/2019, Cooperativas Agro-alimentarias

Por el Dr. Ramón Estruch, especialista del Hospital Clínic (Universidad de Barcelona), de la Fundación Dieta Mediterránea (Barcelona) y del Centro de Investigación Biomédica en Red del Instituto de Salud Carlos III (Madrid).

La relación entre el vino y la salud está, después de algunos años, en el corazón de un gran debate científico que está siendo seguido con mucho interés. Actualmente disponemos de numerosos datos, cada vez más fundamentados, para afirmar que el consumo moderado de vino tiene unos efectos beneficiosos sobre la salud, principalmente sobre las enfermedades cardiovasculares, el deterioro cognitivo, la enfermedad de Alzheimer e incluso el cáncer. A pesar de ello, en los últimos años han aparecido estudios científicos que cuestionaban estas evidencias, especialmente la relación con el cáncer.

¿Por qué surgen estas contradicciones en la ciencia? La relación entre consumo moderado de bebidas alcohólicas e incidencia de cáncer es mucho más compleja de lo que podría parecer y existen numerosos problemas metodológicos que podrían no haberse tenido en cuenta al realizar estos estudios y que deberíamos conocer.

1. Mal registro del consumo real de las bebidas alcohólicas. Este efecto se denomina en inglés 'under-reporting', y se da especialmente en mujeres. Los participantes en los estudios registran un consumo inferior al real, hecho que explica que a veces se asocie un determinado tipo de cáncer (como el de mama) a consumos muy bajos de bebidas alcohólicas, cuando en realidad estas personas consumían cantidades más elevadas de alcohol.

2. Efecto de factores de confusión no bien controlados. Así, por ejemplo, existen casos de determinados tipos de cáncer relacionados con el consumo de alcohol cuya incidencia varía si concurren otros factores, como el sexo (los cánceres dependientes del consumo de alcohol son más frecuentes en mujeres, a pesar de que la incidencia de cáncer es mayor en hombres), el consumo de tabaco (el etanol potenciaría la acción carcinogénica de numerosos componentes del tabaco) o la presencia de sobrepeso u obesidad. Si se tienen en cuenta estos factores, el consumo de alcohol podría disminuir la mortalidad de algunos tipos de cáncer como, por ejemplo, el de próstata.

3. Patrón de consumo: Uno de los aspectos que afectan más la relación entre consumo de alcohol y el desarrollo de determinados tipos de cáncer es el patrón de su consumo. En esta relación, el efecto es muy diferente si el consumo de las bebidas alcohólicas es moderado y diario (por ejemplo, una copa al día), a que el mismo consumo se realice sólo el fin de semana (siete copas en uno o dos días). Este hecho explicaría muchas discrepancias halladas entre los estudios realizados en países anglosajones, donde el consumo es predominantemente el fin de semana, y en los países mediterráneos, donde el consumo suele ser más regular. Existen muchas evidencias que indican que cuando el consumo es abusivo, aumenta mucho el riesgo al desarrollo de cáncer, mientras que cuando las dosis son moderadas, se observan beneficios frente al cáncer debidos a determinados efectos moleculares a estas dosis.

4. Tipo de bebida alcohólica: También es importante diferenciar si el consumo es principalmente de vino, cerveza, o bebidas espirituosas. El consumo de alcohol en forma de vino (particularmente el tinto) podría atenuar los efectos tóxicos del alcohol y sus metabolitos (acetaldehído) sobre el desarrollo de cáncer gracias a su alto contenido en compuestos fenólicos, considerando que una copa de vino tinto (150 ml) aporta 330 mg de estos compuestos o que una de vino blanco proporciona 48 mg. Nuestro grupo ha observado que el consumo bajo (menos de 5 g/día) o moderado (5-15 g/día) de etanol reduce significativamente la mortalidad total en los sujetos del estudio Predimed (en relación a los voluntarios no-bebedores), que esta protección es especialmente potente en los sujetos que consumen vino tinto (en los que la reducción de la mortalidad es significativa incluso en dosis superiores de etanol, 15-70 g/día), por lo que también se podría observar un efecto similar en el cáncer. En cambio, los efectos de los destilados y licores podrían ser diametralmente opuestos.

5. Patrón de alimentación: El consumo de vino en el contexto de una dieta saludable como la mediterránea podría beneficiarse sustancialmente de un 'efecto matriz', en el que los efectos beneficiosos del vino se multiplican y los perjudiciales (si los hubiera) podrían amortiguarse, gracias a la presencia de muchos otros nutrientes con efectos saludables (como antioxidantes, fibra, ácidos grasos insaturados, folatos, etcétera).

En este sentido, nuestro grupo ha observado que el consumo de vino está asociado a una reducción de la mortalidad por cáncer únicamente en aquellos sujetos que siguen una dieta Mediterránea tradicional (y no en aquellos que siguen una dieta baja en grasas estándar) en el contexto del estudio Predimed, y un efecto similar se ha observado en la mortalidad por causas distintas al cáncer y a las enfermedades cardiovasculares (manuscrito en preparación). En el estudio Predimed también hemos observado que aquellas mujeres que seguían la dieta mediterránea, que incluía un consumo moderado de vino, presentaron una menor incidencia de cáncer de mama que las mujeres incluidas en el grupo control.

Finalmente, merece destacarse que en un reciente meta-análisis publicado en 'Nutrients' sobre la relación entre dieta mediterránea y cáncer, los autores remarcaron que el principal nutriente protector sobre el cáncer en general era el consumo moderado de vino.

6. Efectos anti-oxidantes y anti-inflamatorios del vino: el etanol, consumido de forma crónica a dosis bajas, es capaz de aumentar los niveles del colesterol transportado en las lipoproteínas de alta densidad (HDL, o 'colesterol bueno') y su funcionalidad, inducir un efecto hipotensor moderado (promoviendo una menor secreción de proteínas de origen endotelial como el 'vascular cell adhesion molecule-1 -VCAM1' o la E-selectina, entre otros), regular la función de las plaquetas y de las cascadas de la coagulación (asociándose a una menor predisposición a la formación de trombos) y disminuir los niveles de marcadores de inflamación en la circulación (lo que se asocia a un mejor perfil de activación de linfocitos T).

Adicionalmente, los compuestos fenólicos antioxidantes presentes en el vino potencian de forma sinérgica algunos de estos beneficios. En este mismo contexto, recientemente se ha observado que al mejorar los mecanismos cardiovasculares se puede adquirir al mismo tiempo protección frente al desarrollo de cáncer, ya que ambas enfermedades podrían compartir mecanismos patogenéticos similares. Así, disponer de unas HDLs más funcionales, una menor secreción de factores de crecimiento y citoquinas de origen endotelial, una menor activación de ciertos elementos de la coagulación y un correcto perfil de secreción de citoquinas (que modula el perfil de activación de linfocitos T) podrían contribuir a una menor disposición a desarrollar diferentes tipos de neoplasias. Una mejora de los anteriores mecanismos vasculares podrían justificar potenciales beneficios de las bebidas alcohólicas a nivel de prevención del cáncer, especialmente cuando se consume en forma de vino (rico en otros compuestos bioactivos) y en un patrón dietético con un contenido importante en antioxidantes y otros nutrientes protectores como la Dieta Mediterránea.

Planteadas así las cosas, deberían diseñarse nuevos estudios que tengan en cuenta los puntos señalados y de este modo poder obtener mayores evidencias científicas sobre los efectos protectores del consumo moderado de vino sobre la incidencia de cáncer.

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